(Por Julio Rodríguez / Periodista)
Me gusta levantarme muy tempranito y ver cómo amanece, aunque no esté en un alto condominio, donde sin duda es bello ver el amencer o en una playa, finca o montaña. Basta un espacio para ver el celaje matutino y contemplar las maravillas de mi Señor. En eso estaba cuando a mi mente llegó esta reflexión.
Más dos mil años han pasado, digamos 2023, de que una pareja de jóvenes se hospedó en una especie de establo para dar a luz a un bebé que, se convertiría en un hombre con tal sabiduría, que el mundo sabría de su nombre, su poder e inmortalidad, pues aún hoy, sea que haya nacido en este mes o en otro, lo cierto es que muchos recordamos su existencia y vivimos con la esperanza de que su sacrificio nos ha acercado al Dios viviente y somos llamados sus hijos.
Cientos de años después, aunque algunos pocos hacen de esto un negocio, en el corazón de la mayoría de nosotros el ánimo, la alegría y la celebración es que su nombre esta noche será pronunciado millones de veces como un agradecimiento por su sacrificio en la cruz, donde Él, voluntariamente aceptó pagar por nuestras culpas, sanar nuestra enfermedades y darnos el derecho a una paternidad celestial.


Extraño es que, sin condenar a nadie, ni criticar, hasta el más tremendo de los mortales que cree que esta historia es real, hoy recordará el dulce y poderoso nombre de Jesús, ya sea por un milagro o, como yo, que si no fuera por mi fe en Él no habría llegado a escribir que he sido despertado esta mañana para dar gracias porque a llegado el momento de empezar a contar una nueva historia de sanidad en mis pies de obrero a su servicio.
Esta noche no es buena, es excelente, pues es la noche en que la humanidad celebra el amor de Dios, al convertirse en hombre y mostrarnos que es posible ser una mejor persona cada día.

¡Feliz Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Un fuerte abrazo!

INICIATIVA 3: PERIODISMO SOCIAL, FE Y ACTITUD